La moda reta al cuerpo y lo transforma, lo sujeta, lo aprisiona, lo libera, lo dibuja, lo desnuda, lo alarga, lo adelgaza. Las siluetas ejemplifican la época y evidencian las costumbres. En la Primera Guerra Mundial, para permitirle a la mujer desempeñar oficios masculinos, hizo al cuerpo funcional y creó el overol y la falda pantalón. Más tarde, para dejarla bailar tango o fox trot, diseñó trajes cuadrados y de cintura baja que se asemejaban a la estética Déco; dotó al cuerpo de prótesis a manera de hombreras para hacerlo masculino según los cánones visuales del fascismo o los de los poderosos años ochenta; lo ciñó con corpiño en los cuarenta como un ansia de soñar durante la posguerra; lo adelgazó y lo aniñó en los sesenta para permitirle a Twiggy lucir las expresiones mini de la cultura juvenil. Luego lo hizo musculoso a través del baile en los ochenta para que las supermodelos ejemplificaran a las supermujeres y lo convirtió en un objeto enfermizo e indeseable pero ansiosamente imitable en los noventa; acolchó las formas que lo cubren en senos,
pelvis y glúteos para entregarles “beneficios” a las que nada tienen. Lo hizo lienzo para manifestar la ansiedad y el desencanto de las tribus urbanas ante el desempleo en la Inglaterra punk de los setenta o en la Seattle grunge de los noventa a través de piercings y tatuajes. El cuerpo ha definido cada momento de la historia.
pelvis y glúteos para entregarles “beneficios” a las que nada tienen. Lo hizo lienzo para manifestar la ansiedad y el desencanto de las tribus urbanas ante el desempleo en la Inglaterra punk de los setenta o en la Seattle grunge de los noventa a través de piercings y tatuajes. El cuerpo ha definido cada momento de la historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario