martes, 26 de enero de 2016


POR JULIAN POSADA 
Cuando París era el centro cultural del mundo y los diseñadores dictaban la pauta sobre el vestir, la alta costura inició una práctica que aún hoy, a pesar de su anacronismo, se niega a morir: la obsesión por lo hecho a mano. Las grandes casas están dispuestas a invertir hasta 1.500 horas de trabajo manual para convertir en realidad el sueño del diseñador que busca representar una época a través de formas y materiales. Eso fue lo que hizo Yves Saint Laurent en plena revolución sexual de los años sesenta del siglo pasado, al crear blusas transparentes para las mujeres, como si fuesen la radiografía de su nueva condición, o al proponer el esmoquin que tomó del vestuario masculino y entregó a la mujer como símbolo de la última conquista que todavía le quedaba pendiente. También lo hizo
Chanel, cuando creó el vestido negro “multifuncional” y los pantalones de tejido de punto para
la mujer, anticipándose a las necesidades de movilidad y confort, al democratizar y ennobler
los materiales “humildes”.
TENDENCIAS DE PASARELA  
 Este ejercicio creativo que algunos llaman arte se exhibe a través del ritual de la pasarela que se repite al menos dos veces al año durante cada estación.
Antes se desfilaba en silencio mientras se elegían los modelos que serían reproducidos por las grandes cadenas de almacenes. Hoy el desfile se ha vuelto una estrategia  ruidosa de mercadeo que busca poner en escena de forma teatral el concepto que inspiró la colección. Ahora todo se desarrolla en quince minutos frenéticos
durante los cuales se invierten millones de dólares
que garantizan que todos los ojos estén puestos encima
y que la marca logre vender, además de sus diseños, joyas, carteras y perfumes... Por su naturaleza cambiante, la moda propone formas,
materiales, siluetas, colores y modelos de comunicación de una forma más arriesgada que muchas otras artes decorativas. En ella se suman la fotografía,
el maquillaje, la escenografía, la música, la imagen
en movimiento… Y sin embargo, son el accesorio
y el vestido los que nos permiten asumir los papeles
y las identidades que cambian día a día.

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